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By Adam Bolt. A hand of a person cut. The police tortured him at the border with a broken glass

CÓMO LOS CAMPOS DE REFUGIADOS DE EUROPA FOMENTAN EL CONSUMO DE DROGAS ENTRE LAS PERSONAS QUE ESTÁN MIGRANDO: NO NAME KITCHEN LO HA INVESTIGADO

Por Niko Gómez con el apoyo de Sori Fodor y Masa Nazzal / Fotos de Adam Bolt y del equipo de No Name Kitchen Team en Bihać

Escribo este texto después de haber pasado 3 meses en Bihać (Bosnia y Herzegovina) realizando un voluntariado con No Name Kitchen, encargándome del ámbito de la salud en el trabajo con personas en movimiento.

Escribo esto después de 3 meses de contemplar cada día cómo operan los diversos tipos de violencia en las personas que se encuentran en los márgenes del sistema. Desde la violencia más clara, la que se ve en las fronteras a manos de policías que golpean, lanzan perros contra las personas, roban las pertenencias de la gente y les obligan a caminar sobre carbones de hogueras, desnudan y humillan a personas, y les tiran a ríos congelados.

Y hasta la violencia más escondida, la de las listas de espera, la de las colas interminables, la de ser reducida o reducido a un simple número.

Servicios sanitarios para personas que están migrando en Bihać

He visto cómo operan las instituciones en el ámbito de la salud en Bosnia, además de lo que me cuentan las Personas en Movimiento. Las duchas y lavabos en un campo de refugiados para 1.500 personas que solo se lavan una vez al día, nula atención a enfermedades infecciosas como la sarna, 1 sola comida al día que carece de contenido nutricional, largas colas para que te atienda el doctor en el campo. Nula atención a la salud mental. Personas con heridas infectadas, incluso mordeduras de perros, que deben esperar más de 12 horas para que vengan la ambulancia a buscarlas.

En resumen, desatención y violencia institucional.

Quiero denunciar, partiendo de este contexto, el trato que se da en los campos oficiales a las personas usuarias de estupefacientes, ya que, tanto el equipo en terreno como yo creemos no ofrecen ningún tipo de solución, acompañamiento o apoyo real hacia esta problemática.

Mi intención no es alimentar el estigma que relaciona a las Personas en Movimiento con las adicciones. Ni comenzar una campaña criminalizando las drogas. Sino más bien generar una reflexión alrededor de cómo las instituciones operan bajo una ideología asistencialista que deshumaniza. Que no busca mejorar las condiciones de vida de las personas, sino que hacen los mínimos para que se mantengan vivas

“Lyrica? Qué es eso?”

Cuando llegué aquí no pasaron muchos días hasta que escuché por primera vez oír hablar de Lyrica.

Me lo pidió un chico afgano al que estaba curando unas heridas infectadas. “Lyrica? Qué es eso?” le pregunté “Es una pastilla…la necesito para dormir. Me ayuda a tranquilizarme.” Me sorprendió el tono de urgencia, la ansiedad con la que me lo pedía. Le ofrecí un té relajante, enseñarle los ejercicios de respiraciones que hago cuando tengo insomnio, incluso le hablé de la posibilidad de acudir a las sesiones psicológicas que ofrece No Name Kitchen como parte del programa Care On the Move. Sin embargo, la ansiedad con la que me lo pedía me inquietó. No es la primera vez que hablo con personas que son adictas a los psicofármacos, pero nunca había oído hablar de esta marca. Le pregunté a Alessia, la referente de salud.

Alessia me explicó que la Lyrica (Pregabalin) es una medicación que se utiliza para la epilepsia, pero que los efectos que tienen también pueden calmar los síntomas del Trastorno de Ansiedad Generalizada, que su uso está generalizado entre las personas en tránsito migratorio y que puede generar problemas de adicción. Incluso que, su uso combinado con alcohol u otras sustancias puede generar sobredosis e incluso la muerte.

Algunas respuestas, pero aún más preguntas. ¿De dónde la sacan? Fue de las primeras cosas que pensé. Estas personas están durmiendo en la calle, sin recursos ni dinero, sin la posibilidad de acceder al médico. Y es una medicación muy fuerte, que requiere de una prescripción profesional. ¿Qué efectos genera? Alessia me explica que tiene efectos sedativos y relajantes, ya que disminuye la cantidad de señales del dolor que los nervios dañados del cuerpo envían al cerebro.  Sin embargo, oímos que algunas personas la utilizan para ir al game*.  ¿Si te duerme y te atonta,  qué sentido tiene tomarla para un viaje tan peligroso?

*Game (el juego) es el término que utilizan las personas en movimiento para referirse al intento de cruzar las fronteras caminando en bosques o ríos peligrosos debido a la falta de caminos legales y seguros para entrar en la Unión Europea. Este es un viaje en el que se juegan la vida, ya que se exponen a los elementos, la falta de recursos básicos y la constante violencia de la policía y los militares, que en ocasiones llegan a aplicar técnicas de tortura para impedir que la gente cruce las fronteras. Estos procedimientos son conocidos por la UE, y en lugar de detenerlos, estos se refuerzan con su legislación, protocolos y dinero.

Pasan las semanas y me empiezo a acostumbrar a escuchar hablar de la Lyrica. Empiezo a escuchar las historias de violencia y dejo de sorprenderme por el consumo de sustancias. Desde el equipo intentamos poner límites, no queremos que las personas consuman delante nuestro ni vamos a proporcionarles alcohol o drogas, incluyendo psicofármacos. Pero, en general, no juzgo.

Después de escuchar sus historias de vida, de escuchar lo jodido que es el viaje, como se enfrentan una y otra vez a la muerte, ¿quién soy yo para juzgar con qué deciden evadirse? Voy normalizando el asunto, hasta que llegan nuevas personas a nuestro equipo de No Name Kitchen en Bihać para encargarse de las tareas de protección. Y, en una conversación sobre el tema, me hacen darme cuenta de lo importante que es hablar del tema. Lo importante que es romper con el estigma de los “migrantes drogadictos” y poner el foco en otro lugar, en el de “las instituciones que fomentan la adicción.”

Encontrando las respuestas

A person in the darkness
By Adam Bolt

Todo el mundo en el equipo es increíble, en seguida se motivan a empezar a hacer entrevistas. Empezamos a preguntar a las personas en tránsito migratorio si quieren hablar del tema. Y, para nuestra sorpresa, responden afirmativamente. Encontramos a muchas personas preocupadas, conscientes del problema que hay detrás del consumo de estas sustancias. Empezamos a encontrar respuestas.

La mayoría de las personas a las que preguntamos nos cuentan que han consumido o consumen estas drogas en algún momento de su viaje.

Cuando les preguntamos donde las consiguen, nos responden que en el campo de refugiados de Lipa las reparte el médico.

Todas las entrevistas que hacemos coinciden en la misma metodología: las reparte el médico del campo tras una entrevista de unos minutos, donde lo único que preguntan es si han tomado antes y la dosis que necesitan.

Me indigno. He sido usuarie de antidepresivos y ansiolíticos. Sé de primera mano los efectos que pueden dejar en el cuerpo y lo peligrosos que pueden ser si se toma sin un acompañamiento psicológico. “¿Os avisaron de los efectos secundarios antes de dároslas? ¿Os preguntaron si teníais problemas de adicciones? ¿Os ofrecieron algún tipo de acompañamiento psicológico? ¿Os ofrecieron algún tipo de apoyo para dejar de consumir?” Las respuestas siempre negativas.

El relato cambia un poco según a quién le preguntes, pero en general siempre es el mismo, el médico llega, te administra la pastilla y se olvidan de ti. Las personas a las que preguntamos nos explican que hay unos pocos médicos para 1500 personas. Y que, “dándole las pastillas a las personas se aseguran de que la persona esté tranquila y no genere problemas”. Un argumento que responde a unas lógicas de control deshumanizantes. Sin embargo, muchos de ellos nos dicen que, incluso a pesar de la libertad con la que se distribuye, la dosis no es suficiente.

Entonces tienen que recurrir a otros sitios para encontrarla. Y aquí es donde empezamos a escuchar historias bizarras. Guardias de seguridad que consiguen un dinero extra repartiendo estas pastillas, personas locales que trabajan en farmacias u hospitales que traen Lyrica a las afueras del campo para venderla, otras personas en movimiento que las consiguen de mafias…en resumen, un mercado negro que se aprovecha de la adicción de estas personas.

La Lyrica es barata. Y es fácil de conseguir. M., una de las personas a las que entrevistamos nos dice:

“aquí cualquiera pueda conseguirla, mientras hable el idioma. Si vas a una farmacia y no te la quieren dar porque no tienes receta, solo tienes que ir a otra y así hasta que encuentras una que te la venda”.

M. también nos cuenta que esta metodología a la hora de repartir psicofármacos se repite en otros campos de refugiados en los que ha estado, en Sarajevo o en Serbia. Aquí nos empezamos a preguntar si será un patrón. Preguntamos al equipo de No Name Kitchen en Serbia. Buscamos información, encontramos algunos artículos de gente que ha investigado antes este tema. Aparentemente es un patrón de actuación en las instituciones que trabajan con personas en movimiento.

Vale, ya sabemos dónde la consiguen: a través de los doctores del campo, pero especialmente a través del mercado negro, y ahora, ¿por qué la toman? ¿Qué efectos tiene?

La mayoría de las personas nos hablan de efectos sedativos y de una sensación de euforia. Nos cuentan que algunas personas la toman antes de ir a hacer el game ya que tiene un efecto como de entumecimiento. Dejas de sentir el dolor de las heridas que tienes de haber experimentado vete tu a saber cuántos pushbacks (devoluciones en caliente) y al mismo tiempo dejas de preocuparte por el viaje. El miedo, la frustración, la ansiedad, se quedan adormecidos. Pero luego llega el bajón, claro.  A., otro chico al que entrevistamos nos habla de una sensación de euforia que dura unas 7 horas.

Y entonces lo combinan con bebidas energéticas u otro tipo de estimulantes. Un cóctel para el cuerpo.

Pero no puede ser únicamente eso. Cuando hablamos con A., empiezo a entender que los motivos detrás de la adicción son mucho más complejos. A. es adicto a esta sustancia desde hace 8 años. Empezó a consumirla en Algeria, con solo 15 años. Describe unas condiciones de vida en su país de origen duras. Pobreza, falta de recursos, situación de calle, falta de acompañamiento, etc. Esto me hace pensar. Sí, algunos empiezan el viaje teniendo problemas previos de adicción, pero es necesario entender las circunstancias en las que han crecido. Y es necesario entender también que estas circunstancias son fruto de unas políticas globales que enriquecen a una Europa (y a un occidente) neocolonial a costa de la explotación de los países del sur global. La misma Europa que les expulsa de manera sistemática cuando intentan buscar un futuro mejor dentro de sus fronteras.


El trauma y la violencia experimentadas también son factores que merece la pena remarcar a la hora del consumo de estupefacientes en las rutas migratorias. Marina es nuestra care supporter (se encarga del apoyo emocional al equipo de voluntaries). Es educadora y se está formando para acompañar a personas en la recuperación de procesos traumáticos. En una reunión con ella sobre la conexión entre el consumo de drogas y el trauma, nos explica que uno de los motivos por los que las personas que han experimentado experiencias traumáticas es porque puede paliar los efectos del TDEP. Los flashes, el estrés, la hipervigilancia…se hace más sencillo si lo tapas a través del consumo.

Creo que lo más duro de escuchar de estas entrevistas es cuando le preguntamos a A. si ha conocido a alguien morir de sobredosis y la respuesta es afirmativa. Aún así, continúa consumiendo. Hace solo unos meses murió un amigo de un equipo de la Kitchen previo en Velika Kladuša. Su muerte, como la de tantas otras persona es responsabilidad de las instituciones europeas que permiten de manera sistemática que estas muertes sucedan en las fronteras.

Conclusiones tras las entrevistas y la investigación

Las cosas empiezan a tener más sentido. Aún nos quedan muchas cosas por investigar. Queremos preguntar a menores si también se repite el mismo patrón dentro del campo de Borići, queremos hablar con personas que no hubieran consumido antes de comenzar el viaje. Pero me toca irme pronto. De momento, de esta pequeña investigación, de las actividades en el terreno y de las entrevistas individuales podemos extraer: 

1.      Que dentro del campo para personas refugiadas de Lipa se está repartiendo medicación psicofarmacológica sin el seguimiento ni las indicaciones pertinentes por parte de los profesionales de la salud.

2.      Que, paralelo a esta situación, opera un mercado negro de la misma medicación del que participan tanto locales, como mafias y personas en movimiento.

3.      Que las instituciones son conscientes de esta situación, pero se niegan a ofrecer tratamientos que solucionen los problemas de adicción de las personas que están protegidas bajo su tutela.

4.      Que no parece tratarse de un caso aislado, sino de una metodología común a otros países de la EU. 

Y buscamos, por tanto, denunciar esta situación como un ejemplo de malas praxis y abandono institucional que suman un granito más a la dura realidad de que, para esta Europa corrupta, las vidas migrantes no importan. Espero que esto pueda servir como un testimonio de estos tipos de violencias que no son visibles. Y espero también, que pueda traer un poco de claridad y empatía hacia el delicado tema del consumo de sustancias en los tránsitos migratorios, del que tan poco se habla por miedo al estigma. 

Espero que esto pueda servir como un testimonio para los tipos de violencia que no son visibles.

También espero que pueda traer un poco de claridad y empatía hacia el delicado asunto del uso de sustancias en los tránsitos migratorios, del cual tan poco se habla por miedo al estigma.