Los terremotos de la hipocresía en Siria y Turquía

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Seguimos con perplejidad, tristeza y frustración las consecuencias de los terremotos en Siria y en Turquía. Millones de personas cuyas vidas no volverán a ser lo mismo. Vidas perdidas, vidas lloradas, vidas forzadas a migrar en busca de un lugar seguro.

La naturaleza manda. Las catástrofes naturales suceden y sucederán. Las catástrofes humanitarias, por el contrario, son evitables; solo dependen de nuestra voluntad.

Desde No Name Kitchen proponemos una fórmula bien sencilla para que estos terremotos duelan un poquito menos: lograr que las personas que quieran migrar desde Siria o Turquía hasta Europa, dispongan de caminos legales y seguros para conseguirlo. Ahora ha habido un terremoto pero Siria lleva devastada por una guerra desde 2011.

No basta con poner banderitas turcas y sirias junto al marcador de los partidos de fútbol televisados, no basta con lamentarnos ni con mandar la ropa que nos sobra del armario. Hace falta generosidad y empatía verdadera. Miles de personas (también de Siria y de Turquía) siguen atrapadas en las fronteras de Grecia, Bulgaria, Serbia, Bosnia o Marruecos, huyendo de guerras, dictaduras, pobreza…, pero la política migratoria sigue siendo xenófoba y cruel con quienes no tienen la cartera llena, la piel blanca y la biblia en la maleta. Personas condenadas a caminar cientos de kilómetros jugándose la vida entre ríos, montañas y mares, y siendo objeto de constante maltrato físico y psicológico.

No Name Kitchen, un movimiento nacido y crecido en las fronteras, apoya cada día a personas sirias y también turcas que migran para tratar de unirse a sus familias, pero sin posibilidad de hacerlo por cauces legales y seguros.

Quizás estos movimientos de tierra muevan también los asientos del Parlamento y la Comisión Europea para asegurar el derecho a migrar de forma humana y respetuosa. Es hora de que Gobiernos como el de España hagan caso al Tribunal Supremo y dejen de denegar el Estatuto de Refugiado a las personas sirias que fueron acogidas por el programa de Reasentamiento en 2015. En este vídeo aparecen un grupo de jóvenes sirios atrapados en la frontera en invierno de 2021.

Por Joan Giralt

Mientras la Unión Europea pacta con Turquía para bloquear el paso de refugiados, conocemos de primera mano a infinidad de personas sirias malviviendo en Turquía sin acceso a una vida digna, a papeles, libertad y derechos como un ciudadano turco, puesto que Turquía solo reconoce la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados para quienes proceden de Europa.

Hace un año, el inicio de los combates en Ucrania nos mostró la posibilidad de abrir las fronteras de forma ordenada para quienes escapaban de la violencia.

Solo exigimos lo mismo: un sistema de acogida digno y eficiente para todas las personas. 

Y no. La Kitchen no se plantea intervenir en Turquía y Siria. Nuestro mandato es el activismo político humanitario. No salvamos vidas, somos algo mucho más humilde. Solo pretendemos acabar con la violencia y la xenofobia en las fronteras.

Organizaciones aprovechando la circunstancia

Este hecho no nos permite ignorar cómo las llamadas agencias humanitarias activaron en cuestión de horas su maquinaría de captación de fondos, prometiendo ayudar a las víctimas del terremoto. Cuando ocurre una catástrofe de tal calibre, las emociones están a flor de piel y es mucho más fácil lograr donaciones. Respetamos, aplaudimos y apoyamos esa solidaridad.

A su vez, nos permitimos sugerir que antes de donar, las personas se informen bien de cuál es el destino de sus aportaciones, priorizando aquellas organizaciones que ya tenían presencia y acciones en los lugares impactados por el terremoto.

Mientras pequeños grupos siguen trabajando directamente con la gente, sin grandes estructuras ni dilución de fondos, las agencias de Naciones Unidas como OIM, Unicef o ACNUR, llevan años en las fronteras europeas financiadas por las mismas instituciones europeas que deniegan el derecho a pedir asilo y encierran a personas sirias o afganas en campos de detención como si fueran criminales siguiendo las instrucciones políticas que reciben, en vez de personas con ilusión, esperanza y derecho a una vida libre y en paz.