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Alastair Flynn

LA REALIDAD DE LAS MINORÍAS EN LA TURQUÍA MODERNA

  • Categoría de la entrada:Mujeres refugiadas
  • Tiempo de lectura:11 minutos de lectura

Por Alastair Flynn. Traducción a cargo de Clemen Talvy. Fotografías realizadas en Sid, donde el equipo de NNK ha conocido a Tijda Bozkurt.

Advertencia de contenido sensible: violencia sexual.

Desde una perspectiva europea, solemos vincular Turquía a imágenes de vacaciones al sol y ciudades ricas en interés histórico. Contradiciendo esta imagen, de vez en cuando vemos titulares en las noticias del tipo “Periodista Asesinado”, “Turquía se retira de la Convención sobre los derechos de la mujer” o “Se va a introducir la ley de ‘Cásate con tu violador’“. Esta disparidad sugiere que hay partes de la vida en Turquía que el régimen preferiría que no conociéramos. Tijda Bozkurt, una mujer kurda de poco más de 20 años, ha tenido que vivir estos titulares en primera persona.

Hace 20 años, cuando Recep Tayyip Erdogan asumió por primera vez el poder en Turquía, se presentó con una plataforma de adhesión a la UE y de aumento de las libertades religiosas. Desde entonces, la actitud de las personas que están en el poder ha cambiado radicalmente. El estatus anteriormente laico de Turquía se ha erosionado casi por completo, Turquía ocupa el puesto 157 de 180 países del mundo en cuanto a libertad de prensa, y su reciente retirada del Convenio de Estambul (el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica) señala su trayectoria actual en cuanto a los derechos de la mujer. El ritmo del cambio ha sido tan rápido que mucha gente se ha quedado con una idea obsoleta sobre la represión que se vive allí.

Esperamos que contar la historia de una mujer refugiada turca saque a la luz el lado oculto más oscuro de la vida cotidiana en este país.

La historia de Tijda Bozkurt:

Tijda Bozkurt

Hasta los 12 años, Tijda no supo que era kurda. No habla kurdo, y hasta que sus padres le contaron sus orígenes, odiaba a los kurdos.

Los medios de comunicación estatales se refieren constantemente a los kurdos como terroristas, como el enemigo, como las personas a las que culpas de todo lo malo de tu vida. Sus padres la protegieron por una buena razón: el tío de la amiga de Tijda trabajaba como conductor en un autobús y atendió una llamada de teléfono en kurdo. Fue asesinado allí mismo. No se trata para nada de un caso aislado y muchas veces, los autores ni son procesados ni rinden cuentas de manera significativa. El nombre de la ciudad en la que nació Tijda la señalará en su documento de identidad como kurda frente a las autoridades turcas durante el resto de su vida.

Al crecer, como cualquier otra niña, Tijda tenía ambiciones. Su sueño era ser física, pero su profesor se opuso cuando ella le rebatió su sesgada interpretación de la ciencia que decía que, además de las ondas electromagnéticas fundamentales, también existían ondas para cumplir la voluntad de los ángeles y los demonios. Cuando ella le rebatió, el profesor la llamó terrorista delante de toda la clase. Sus raíces kurdas eran prueba suficiente para él.

A pesar de haber vivido la discriminación en el instituto, Tijda perseveró y siguió estudiando Física en la universidad. Los retos continuaron, pero quedaron eclipsados por otros acontecimientos.

Tijda fue violada. Volvió a su ciudad natal para asistir a una boda, y un hombre le echó algo en la bebida y la violó sin que ella pudiera moverse. Cuando consiguió escapar, un maestro local la encontró y se la llevó a casa para ayudarla. ¿El sabio consejo que le dieron? Que cerrara la boca, que no dijera nada. Puede sonar ridículo, pero el actual clima legal para las mujeres en Turquía está empeorando exponencialmente. Le dijeron que si intentaba llevarlo a los tribunales, sería ella la que acabaría siendo declarada culpable.

Violencia tras el abuso sexual

A pesar de ello, Tijda decidió acudir a la policía e intentar que se hiciera justicia. La policía turca no es conocida precisamente por su simpatía hacia las mujeres o hacia las personas kurdas, así que no iba a ser fácil, pero Tijda perseveró. En comisaría le gritaron y le dijeron que dejara de ser tan sentimental. Le dijeron que tendría que redactar allí mismo un informe sobre lo sucedido. En ese momento, Tijda no estaba en condiciones de escribir informes. Lo que quería era volver a casa con su familia, quería seguridad, no revivir lo que había sucedido.

Entonces le dijeron que tendría que ir al hospital de la ciudad vecina para que pudieran reunir pruebas de la violación. La única opción de transporte era un coche de policía en el que iría acompañada solo por hombres policía, agentes que sabían que era kurda, y que ya la consideraban por debajo de la ley; si le hacían alguna cosa, podían ocultarla fácilmente. La alternativa que le daban era que firmara una declaración diciendo que todo había ocurrido con su consentimiento. No tuvo más remedio que firmar. En ese momento no pudo hacer otra cosa que acudir a su familia, como haría cualquier persona en esa situación.

Después de explicárselo todo a su familia, decidieron emprender acciones legales. El violador contrató también a un abogado e intimidó al de Tijda para que se retirara, antes incluso de que el caso llegara a los tribunales. Encontraron un nuevo abogado en el último minuto, pero perdieron el caso. La gente tenía miedo de declarar, y el profesor que la había ayudado inmediatamente después de los hechos se negó a mencionar nada sobre la violación.

Primer juicio perdido

Perdieron el primer juicio, pero la cosa no acabó ahí. Tras la sentencia, hubo protestas en su pueblo. La gente salió a la calle para intentar revocar la decisión, pero no pasó nada. La policía siempre encontraba motivos menores para detener las protestas, y la gente perdía la esperanza porque ya veían que nada iba a cambiar. El gobierno había aprobado la ley que permitía retirar los cargos contra un violador si este se casaba con la víctima. La familia del violador preguntó si podían casarse, ya que en Turquía, en muchos casos, ambas familias lo consideran la mejor solución. La familia de Tijda dijo que no. La familia del violador les dijo que eso comportaría problemas no solo para la familia, sino para todo su pueblo.

En un momento dado, el violador secuestró a Tijda y la encerró en su casa para intentar forzar el matrimonio.

Tijda decidió acudir de nuevo a los tribunales para intentarlo por última vez. Consiguió un informe del hospital sobre su estado, y en el juicio consiguieron demostrar que el violador había mentido en una declaración anterior. Parecía que por fin las cosas iban por buen camino, pero a ojos del juez, la violación no podía haber ocurrido. Llamó fría a Tijda y dijo que como no había llorado ante el tribunal y como había prestado su testimonio sin emoción, debía estar mintiendo. Es más, dijo que por no llevar hiyab, se lo merecía. El caso se archivó y el violador salió libre.

Si el Estado hubiera querido castigar al violador, podría haberlo acusado de golpearla, ya que Tijda tenía pruebas de los médicos de que se había ejercido violencia física significativa contra ella. Pero en lugar de eso, se retiraron todos los cargos.

Desde Turquía en busca de refugio en Europa

Tijda  en europa

Para Tijda fue la gota que colmó el vaso. Por eso decidió que debía marcharse. Para encontrar una vida mejor en otro lugar, en Europa, donde poder escapar de la injusticia, continuar sus estudios de Física e impulsar el cambio en su país de manera más eficaz.

La historia de Tijda está lejos de terminar. Actualmente, busca asilo en Europa, donde su lucha continúa.

Al oír esta historia, se impone una reflexión. Para que alguien de Turquía llegue a Europa tiene que recorrer miles de kilómetros y cruzar múltiples fronteras vigiladas. La UE les hace viajar en la parte trasera de camiones, pagar miles de euros a traficantes y vivir en campamentos miserables. No hay rutas legales. Tienen que sacrificar parte de su dignidad como ser humano, pagar dinero a las bandas, dormir en los bosques y arriesgarse a que les roben o incluso a morir. ¿Es esta realmente la única salida para gente como Tijda? ¿Es esta la forma que nosotros, como sociedad europea, hemos decidido que es la correcta para que las personas en peligro busquen ayuda?

La UE legitima todo esto al permitir que las personas soliciten asilo solo cuando ya están en el país. La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce a todas las personas el derecho a la libertad de circulación y el derecho a solicitar asilo.

En la actualidad, solo pueden marcharse las personas que están en condiciones físicas de hacerlo, tienen dinero disponible y de las que no depende nadie en su país. Las más necesitadas de ayuda son las que son completamente incapaces de obtenerla.

Aunque no hay respuestas claras a este debate, es evidente que la situación actual es inhumana.