La No Name Kitchen está más viva que nunca. Ni las amenazas de cierre, ni las tentativas de robo de furgonetas, ni los demás inconvenientes surgidos durante la última semana han impedido que la cocina mantenga su actividad.
Una veintena de personas voluntarias siguen dejándose el alma cada día para alimentar esos estómagos que luego son aporreados en Croacia, un país con la hostilidad contra el inmigrante por bandera. Los exhaustivos controles policiales a lo largo de todo el territorio hacen que el éxito de aquellos que intentan cruzar rumbo al centro de Europa sea escaso. Por ello, día tras día, las mismas personas hacen cola en el punto de distribución de Sid, junto a los girasoles, pidiendo un plato de comida. Y nosotras no vamos a faltar a la cita.
Hace una semana vino la policia al hogar de las voluntarias. Sin previo aviso. Con una orden de registro. Amenazaron con cerrar la cocina, pero aquí seguimos. Dando desayuno cada día. Dando de cenar día tras día. Reincidentes de un grave delito. Y a partir de ahora con alguna novedad: hemos puesto herramientas de cocina a disposición de las personas refugiadas para que ellas mismas se hagan la comida.
Sin embargo, la situación empieza a ser asfixiante para estas últimas. Hace dos días falleció un chico en las vías del tren debido a una descarga eléctrica y otro resultó gravemente herido. También recibió dos puñaladas un joven tunecino, como resultado de un ajuste de cuentas. Lo denunció a la policia pero le dejaron durmiendo en la calle, por si sus agresores querían volver a intentarlo.
Se acerca el invierno y la desesperación por llegar a un lugar seguro aprieta cada vez más. Pero hay una cosa clara: si ellos no se van, nosotras tampoco.
