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CUBANOS EN LOS BALCANES. LA BÚSQUEDA DE UN FUTURO

Texto y video por Laura

Hace unas semanas, Mayte, de Cuba, nos narró su historia con la intención de dar voz a las situaciones en las cuales se encuentran muchas de las personas en movimiento. Mayte, nos explica que salió de Cuba en búsqueda de libertad. No es la primera que nos hablan de ello: Son muchas las personas cubanas en movimiento que nos encontramos en la ciudad de Bihac.

Nos cuentan la dificultad, e incluso imposibilidad, que tienen en su país de origen para abastecerse de productos tan esenciales como la comida. Ésto les obliga a abandonar el país y dejar atrás la vida que allí habían construido en su búsqueda para encontrar un lugar donde empezar de nuevo.

Sin embargo, con la falta de vías legales y seguras para que las personas de origen cubano lleguen a los Estados Unidos o a la Unión Europea, muchas de ellas nos cuentan que su “mejor” opción es volar a Rusia o Serbia, países donde se les permite la entrada.

Algunas de ellas explican su intento de establecerse en Rusia o Serbia, pero expresan que los obstáculos de ser migrantes en estos países son muchos y, lamentablemente, se encuentran sin oportunidades para poder vivir de forma digna, por lo cual, frente a esta situación muchas personas toman la decisión de ir a lo que llaman el “game”, nombre con el que las personas en movimiento denominan al intento de llegar a algún país de la Unión Europea donde empezar una nueva vida, arriesgando la vida teniendo que cruzar a pie bosques y ríos durante días. En muchas ocasiones, las personas en movimiento nos cuentan que pagando elevadas sumas de dinero pueden cruzar ocultos en taxis o camiones, pero que cuando no tienen recursos, lo hacen andando durante horas e incluso días. Esta última opción es la que nos cuentan que tomaron Mayte y sus hijos en su intento de llegar a Croacia desde Bosnia.

Su historia, como tantas otras, es dura. Mayte, junto con su hija de once años y su hijo de diecisiete, salió de Bihac un viernes a las seis de la tarde y regresó de forma forzada el lunes siguiente por la mañana. Fueron tres días, aunque como nos expresó, la percepción del tiempo se distorsiona por completo cuando se vive una experiencia así. Durante estos tres días, Mayte y sus hijos anduvieron por el bosque horas y horas sin apenas poder descansar, comer o beber agua. Estuvieron en territorio Croata dos veces, aunque su experiencia quedó lejos de la alegría de sentirse por fin a salvo. En ambas ocasiones la policía croata los devolvió ilegalmente a Bosnia.

En la primera ocasión habían andado hasta llegar a un pueblo croata. De hecho, se encontraban a punto de coger un autobús dirección Zagreb cuando la policía apareció. Los agentes los pararon, los cachearon (tanto a Mayte como a sus hijos), les confiscaron todas sus pertenencias (durante horas) y les obligaron a subir en la parte trasera de un coche (concretamente en una célula de traslado que les aislaba de los agentes). Sin explicarles a dónde se dirigían, les transportaron hasta el monte, dejándolos de nuevo en territorio bosnio. Los llantos de los niños y las súplicas de Mayte, que pedía ayuda como demandante de asilo, no evitaron que la policía los devolviera ilegalmente a Bosnia. 

En territorio bosnio, encontraron una casa abandonada en medio del monte donde poder “descansar” durante unas horas. “No había agua, ni electricidad, ni puertas ni ventanas y estaba muy sucia”, explica Mayte. Aún así se refugiaron allí y al cabo de unas horas volvieron a ponerse en marcha. 

Cruzaron la frontera de nuevo, nos explica Mayte, aunque poco tardó en aparecer la policía. Eran las 10 de la noche y Mayte les volvió a pedir ayuda como demandante de asilo. Cuando por fin pareció que los agentes estaban dispuestos a ayudar, les hicieron subir a un vehículo para llevarles, supuestamente, a una comisaría o a un campo para personas refugiadas. Sin embargo la realidad fue muy distinta. Cuando el vehículo se detuvo y les abrieron las puertas, les estaban esperando más de seis policías, aunque Mayte nos cuenta que en ese momento puso en duda el hecho de que fueran realmente policías, ya que llevaban la cara cubierta con pasamontañas, iban vestidos de color oscuro y además llevaban porras y rifles. Tras mostrarle a Mayte imágenes de  los agentes de las fuerzas de “IJP”, en inglés Croatian Intervention Police, Mayte pudo identificar que que probablemente se trataba de estas mismas unidades de policía que frecuentemente usan pasamontañas negros para ocultar sus rostros actuando con total impunidad. (Tal como demuestra Lighthouse Reports en UNMASKING EUROPE’S SHADOW ARMIES (2021) los cuerpos oficiales de “IJP”, financiados por la Unión Europea, operan, frecuentemente de forma violenta, durante los “pushbacks”, es decir, en las mismas devoluciones ilegales que ejecutan retornando a las personas migrantes al país fronterizo de donde salen).

En el caso de Mayte, estos policías les obligaron a andar por el monte una vez más. Caminaron hasta llegar a un río que estaba prácticamente seco y fue allí donde los agentes se detuvieron y empezaron a gritar “Go!! You have to go!!”. Mayte y los niños, desorientados y exhaustos, cruzaron el río, pero no veían la posibilidad de seguir andando a oscuras por el monte.

“No tenía internet y no podía irme porque no sabía dónde estaba”, explica, por lo que les prometió a los policías que se iría cuando amaneciera. “No teníamos fuerzas, no teníamos agua y no teníamos comida”, nos explica Mayte. 

Después de ser conducidos durante kilómetros y ser abandonados si ninguna ayuda en mitad de una zona boscosa en la zona fronteriza entre Croacia y Bosnia, decidieron sentarse y esperar hasta el amanecer. Al otro lado del río, se encontraban los policías, que no les dejaron solos ni un minuto.

“Fue allí dónde empezó una tortura psicológica que duró toda la noche”, explica Mayte. Aunque los policías no llegaron a cruzar el río en ningún momento (durante la noche Mayte entendió que el río delimita la frontera entre Croacia, dónde se encontraban los “policías”, y Bosnia, dónde estaban ellos), no pararon de asustarlos: “hacían ruidos con la tonfas cuando todo estaba oscuro, gritaban constantemente, prendían y apagaban las linternas y se burlaban de nosotros…”. Los hijos de Mayte se tumbaron en el suelo, mojados y temblando de frío intentaron descansar. Mayte se quedó de píe toda la noche, pendiente de la situación.

Cuando al fin amaneció, Mayte y sus hijos se pusieron en marcha con la intención de llegar a cualquier sitio donde poder descansar. La idea de seguir intentando cruzar la frontera ya no existía en sus mentes, Mayte necesitaba sentir que se encontraban a salvo. 

No tenían ni GPS, ni internet, así que siguiendo su intuición encontraron al fin una casa donde había una persona despierta. Ésta les indicó hacia donde debían andar para llegar al campo de refugiados de Borici, en Bihac, y les ofreció agua y bebidas energizantes: “literalmente, ésto nos salvó la vida”, expresa Mayte. 

Finalmente, a 50 km de distancia del campo de refugiados, pasó un taxi. Mayte, frente a la desesperación de sus hijos, gastó cuarenta de los cincuenta Euros que le quedaban para poder llegar al campamento de Borici.

Llegaron exhaustos. “Solamente necesitaba dormir, llevábamos muchos días sin dormir, comer… Y, fundamentalmente, saber que la vida de mis hijos estaba a salvo, porque en esos momentos uno se cuestiona haber puesto la vida de sus hijos en peligro”.

Gracias a Mayte, quien compartió su historia con panuestro equipo en Bihac y, quiere compartirla también con los seguidores de nuestras plataformas, para reivindicar así, lo que muchas de las personas en movimiento experimentan a diario.