Por Nelson
Durante el último año ha aumentado el número de personas en movimiento varadas en las fronteras con Croacia, Hungría y Rumanía, ubicadas en asentamientos informales en bosques, edificios abandonados, apartamentos privados y albergues, y en los tres campamentos gestionados por el gobierno serbio en Sombor, Subotica y Kikinda. El fenómeno se debe al endurecimiento de las medidas de control fronterizo, del que surgen a diario testimonios de abusos y brutalidad policial.
Según los datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR/UNHCR), las encuestas realizadas dentro de los campamentos oficiales en junio de 2022 revelaron el hacinamiento en Sombor y Subotica, donde unas 804 y 308 personas ocupan instalaciones preparadas para acoger a un máximo de 390 y 166, respectivamente. En resumen, de las 4.836 personas registradas en catorce campamentos oficiales, el 34% se distribuye entre los tres centros del norte del país. Entre las nacionalidades más presentes, los que llegan de Siria, Afganistán y Pakistán ocupan el primer lugar, seguidos de India, Bangladesh, Burundi, Irán, Irak, Somalia y, del Magreb africano, Marruecos y Túnez.
En este contexto, No Name Kitchen (NNK) puso en marcha en febrero un nuevo proyecto en Subotica, la segunda ciudad más grande de la región, situada a unos diez kilómetros al sur de la frontera húngara y a unos sesenta kilómetros al oeste del territorio rumano. Desde entonces, el equipo en terreno recorre cada semana más de 150 kilómetros de frontera para supervisar la situación de las personas en movimiento y tomar nota de los «pushbacks» (devoluciones ilegales de solicitantes de asilo) y de la violencia policial contra ellos por parte de las fuerzas federales de estos países. Al mismo tiempo, NNK asiste a unas 800 personas con artículos de higiene personal, alimentos como pan, frutas, verduras, arroz, pasta seca e ingredientes para cocinar, duchas calientes y agua potable, esenciales durante el caluroso verano en toda Europa.
Cabe destacar el trabajo conjunto de NNK con otras organizaciones en este territorio. Es el caso de Médicos Voluntarios Internacionales (MVI), Ayuda Colectiva, KlikAktiv e InfoPark. También el Collettivo Rotte Balcaniche Alto Vicentino, al que NNK agradece su apoyo financiero y humano. Su equipo proporciona unas 300 duchas a la semana, que ayudan a prevenir la aparición de enfermedades, infecciones, hongos y sarna, muy comunes en esta época del año.
La violencia no se detiene en la frontera
Miles de hombres y mujeres jóvenes y adultos, familias, niñas, niños y adolescentes recorren diariamente la ruta de los Balcanes en busca de un futuro lejos de la guerra y las crisis socioeconómicas que azotan a sus países de origen desde hace décadas.
«Huí de Siria por la guerra que aún no ha terminado entre la oposición y el régimen, todos los días hay enfrentamientos y yo quiero la paz, quiero vivir con seguridad y poder educar a mis hijos».
confiesa el padre de dos adolescentes que aún viven en Alepo, ciudad asolada por la guerra civil que asola ese país desde 2011.
Tras siete años cruzando Turquía, Grecia, Macedonia del Norte, Kosovo y Montenegro, el joven pasa sus días en un edificio abandonado en los alrededores de Sombor, a pocos kilómetros de la triple frontera entre Serbia, Croacia y Hungría.
Con el objetivo de frenar la migración, en julio de 2015 el gobierno húngaro de Viktor Orban desplegó una valla de alambre de espino de 153 kilómetros a lo largo de la frontera con Serbia y Croacia. En la actualidad, solo se permite la entrada de un puñado de solicitantes de asilo «por goteo» a través de unos pocos puntos de tránsito oficiales. Al mismo tiempo, la Unión Europea está invirtiendo en cámaras, sensores térmicos y drones en distintos puntos de su frontera para atrapar a las personas consideradas «ilegales».
En las últimas semanas, el equipo de NNK ha recogido varios testimonios de personas que afirman haber sido golpeadas por la policía húngara y rumana. Los relatos hablan de lesiones causadas por el uso de porras por parte de los agentes, de la destrucción de las unidades de carga de sus teléfonos móviles e incluso de casos en los que les obligaron a quitarse los zapatos y tuvieron que caminar varios kilómetros hasta Serbia, con los consiguientes cortes, ampollas, laceraciones e infecciones en los pies.
También se registró un estricto control en la estación de autobuses de Subotica, donde, según los testigos, la policía serbia espera a los migrantes que viajan desde Belgrado y los detiene dentro de la estación. Este procedimiento se observó en diferentes momentos del día, con al menos 18 personas detenidas.
El proyecto NNK en el norte de Serbia cumple seis meses y tiene por delante un futuro prometedor de crecimiento y consolidación de su equipo. Cada semana aumenta el número de personas en movimiento a las que se llega y, del mismo modo, las necesidades a cubrir. Por eso es fundamental acompañar y apoyar con ayudas y donaciones para sostener el proyecto y dotar de herramientas a los voluntarios sobre el terreno.