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«VUELVO A BIHAC DESPUÉS DE CASI UN AÑO Y MUCHAS COSAS HAN CAMBIADO».

Texto por Sara Minolfi

Como me dijo un amigo, «es la misma hierba. ¿No es una tontería que en esa parte Bosnia y Croacia compartan la misma hierba?».

«Es la misma hierba. ¿No es una tontería que en esa parte Bosnia y Croacia compartan la misma hierba?»

Este amigo era una persona en movimiento que conocí el año pasado en Bihac y que me contó que durante uno de sus intentos de hacer el «game» -nombre con el que las personas en movimiento se refieren al intento de llegar a algunos países de Europa a pie, caminando durante varios días por bosques o cruzando ríos mortales debido a la falta de vías legales y seguras-, mientras caminaba por las montañas que dividen Bosnia de Croacia, se dio cuenta de que sólo unos metros de hierba le separaban de la Fortaleza Europa. Pero, de nuevo, aquella vez le devolvieron ilegalmente.

Squat con graffiti en la pared que diche «Lucha contra la Fortaleza Europa»

Vuelvo a Bihac después de casi un año y muchas cosas han cambiado.

La gente ha cambiado: la mayoría de las personas en movimiento con las que compartí charlas, comida, juegos, risas, historias, música, canciones, bailes, a veces lágrimas… la mayoría, por suerte, han seguido adelante.

Los lugares han cambiado: Bihac parece más vacía y menos concurrida, muchas casas ocupadas -edificios abandonados que la gente habitaba como viviendas temporales- están vacías y ahora el equipo de NNK Bihac se encarga de las distribuciones también en Velika Kladusa.

El tiempo ha cambiado: parece que la gente que se desplaza permanece menos tiempo, a veces no nos encontramos con las mismas personas más de una vez.

Pero esa «hierba» no ha cambiado: esa hierba sigue seleccionando, dividiendo, deportando, maltratando. 

En las últimas semanas nos hemos reunido con personas que han sufrido devoluciones ilegales por parte de Croacia, que a menudo incluían la sustracción de teléfonos y dinero como práctica sistemática de la policía, y a veces incluso violencia: en un testimonio que recogimos hace unos días, la policía croata utilizó porras de madera para golpear a un grupo de personas, entre las que había menores, y obligarlas a cruzar el río de vuelta a Bosnia. Conocimos a familias con niños pequeños a las que les aterroriza cruzar debido a las historias que han oído sobre lo que algunos llamarían la frontera más difícil, la de la Unión Europea.

No ha cambiado la rabia y el dolor por los abusos del régimen de fronteras, ni la necesidad y el impulso de seguir estando donde hay que estar en la frontera luchando por la justicia, mientras la misma hierba discrimine aunque sea a una sola persona.