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LA VIDA EN LOS MARGENES: TESTIMONIOS DESDE EL CAMPO DE LIPA 

  • Categoría de la entrada:Bosnia
  • Tiempo de lectura:15 minutos de lectura

Texto y fotos de Ginevra Canessa / Traducción a cargo de Clemen Talvy

Sopla una agradable brisa de verano mientras nos sentamos bajo un árbol con dos amigos. Estamos rodeados de colinas verdes, y el canto de los pájaros y las suaves temperaturas de primera hora de la mañana acompañan nuestra charla. Vista desde fuera, la escena parece idílica. Sin embargo, nuestra conversación choca profundamente con la tranquilidad que nos rodea, y la realidad que nos describen los dos amigos está llena de violencia y sueños rotos. Han huido de su país, por diferentes motivos, y llevan muchos años desplazándose.

Por su oposición a su gobierno, ambos han sido sometidos a meses de tortura, que han afectado inevitablemente a su salud física y mental. Incluso ahora, su sufrimiento no ha terminado, y tampoco su búsqueda de un lugar donde se respeten sus derechos humanos fundamentales.

Nuestros amigos viven actualmente en Bosnia-Herzegovina, y el encuentro tiene lugar en las proximidades del campo de Lipa, el Centro de Acogida Temporal para personas refugiadas que se inauguró en el cantón de Una-Sana en 2021 (después de que quemase el anterior). Bosnia experimentó un fuerte aumento del número de personas en tránsito, y desde 2018 se ha convertido en uno de los principales receptores de los fondos de la UE para la externalización de la gestión de la migración a países no comunitarios. Este campo es un claro ejemplo, gestionado conjuntamente por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y el Servicio de Asuntos de Extranjeros (el SFA), una rama del Ministerio de Seguridad bosnio.

Funciona según la lógica del beneficio, lo que significa que el campo saca partido del incremento de las personas en tránsito que se encuentran detenidas allí. Esta lógica se refleja también en el lenguaje que usa el personal de la OIM. El término que usan para referirse a las personas en tránsito es “clientes”, y los autobuses que transportan a las personas en tránsito que han sido víctimas de una devolución en caliente son definidos como un “servicio de autobús de enlace”.

 
La UE y los socios de financiación han ido aumentando la asignación de recursos económicos a Bosnia-Herzegovina para la construcción y el desarrollo de un sitio que degrada la vida de las personas en tránsito y, al mismo tiempo, restringe sus derechos de movimiento obstaculizando su solicitud de asilo. Aunque la UE sigue siendo el principal contribuyente, el campo de Lipa también recibe fondos de la Agencia Federal de Ayuda Técnica de Alemania, el Ministerio Federal de Interior de Austria, la Agencia de Desarrollo de Austria, el Gobierno suizo, el Vaticano, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación Internacional de Italia y el Consejo de Europa.  Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de dinero invertido, las personas que viven en Lipa siguen careciendo de los servicios más fundamentales para una vida digna.

 
Como parte del complejo industrial penal (PIC), el campo de Lipa existe para los intereses económicos de gobiernos y empresas privadas, pero sobre todo, para el mantenimiento de las fronteras raciales de la Fortaleza Europa. Denuncias generalizadas apuntan a que cuantas más personas residen en el campo, mayores son los beneficios económicos para la dirección de Lipa, que desde 2021 ha pasado a estar bajo el control del Servicio de Asuntos de Extranjería (SFA). El aumento en el número de desalojos de viviendas ocupadas que tuvo lugar inmediatamente después de la apertura de Lipa en noviembre de 2021, bien podría apuntar a la validez de esta afirmación.

En particular, en mayo de 2021, el desalojo de Dom Penzionera, una antigua residencia de ancianos abandonada en Bihac que albergaba en ese momento a unas 250 personas en tránsito, dio lugar a su traslado inmediato al campo. A día de hoy, cuando las personas son desalojadas de viviendas ocupadas en Bihac, son trasladadas por la fuerza a los campos de Lipa o Borici. Es necesario que se realicen más investigaciones que permitan tener una comprensión más amplia de la gestión del campo de Lipa. 

Sin embargo, por lo que respecta a nuestra comprensión actual, queda claro que las diversas formas de violencia que se ejercen en su interior contrastan directamente con la manera liberal en la que la UE se representa a sí misma como protectora de los derechos humanos y las libertades fundamentales. Las palabras y las experiencias de las personas que se ven forzadas a vivir allí aportan pruebas que confirman esta afirmación.

Testimonios 

 “Que escuchen nuestra voz”, dice nuestro amigo antes de empezar a describir las condiciones degradantes del campo. Vive en Lipa desde el invierno pasado debido a su mal estado de salud y a la falta de dinero. La policía croata lo devolvió en caliente  violentamente hace seis meses tras un intento de cruzar la frontera. Las palizas y humillaciones que recibió empeoraron aún más sus capacidades mentales y físicas, ya deterioradas por los meses de tortura en su país de origen y el viaje a Bihac.

Nos cuenta que desde hace nueve meses ha estado padeciendo migraña, depresión, ansiedad, tiroides hiperactiva, infecciones genitales, inflamación de la próstata e insomnio. Las instalaciones médicas del campo no han aliviado su sufrimiento. Por el contrario, describe haber sido tratado a menudo de forma muy grosera por los médicos que, en la mayoría de los casos, recetan pastillas de paracetamol para cualquier tipo de dolor.

 
Situado a 25 km del centro de Bihac, el campo representa uno de los principales puntos de llegada de las personas que son devueltas en caliente en la frontera croata. Estas personas ya han experimentado formas de violencia y humillación a lo largo de su viaje a Europa, pero la frontera bosnio-croata representa para muchas el momento más difícil para entrar en los países de la UE. A lo largo de los años, la policía croata parece haber desarrollado un número creciente de estrategias para aumentar el sufrimiento y los traumas vividos por las personas en tránsito.

En la mayoría de los casos, la policía les roba o destruye sus teléfonos móviles, junto con la ropa y el dinero. En más ocasiones, las personas han denunciado que les han quitado los zapatos y les han dado tallas más pequeñas a propósito, provocando frecuentes lesiones en pies y piernas. También es práctica habitual que la policía golpee violentamente, humille sexualmente y, en algunos casos, viole a las personas en tránsito. En el caso de las minorías sexuales, como ya han señalado muchas investigaciones, la violencia en la frontera suele ser mucho más dura.

La ubicación remota de Lipa, en medio de la campiña bosnia, no es casual y refleja las intenciones segregadoras de su dirección y de la administración local. Los espacios públicos de Bihac han sido lugares de violenta discriminación contra las personas en tránsito, donde los agentes de policía les gritan que les está prohibido permanecer en el centro de la ciudad, jugar a fútbol en el parque o fumar un cigarrillo en un banco. El campo de Lipa se convierte entonces en el espacio segregador por excelencia, donde las personas en tránsito desaparecen de la vista de los lugareños para habitar una realidad de incertidumbre temporal en la que se ejercen regularmente formas de violencia invisible.

Cartel en Lipa indicando que no hay agua. Verano 2022 con 37º de calor a diario.

La situación remota del campo hace que las personas que viven en Lipa tengan que caminar siete horas para llegar a las tiendas y servicios, un desplazamiento necesario dada la negligente distribución de ropa y alimentos que se realiza en el campo. Durante toda la semana pasada, también fue necesario acceder a agua corriente, ya que el 28 de julio, el campo anunció que no habría agua disponible temporalmente. Las personas que viven en Lipa han informado de que los aseos y las duchas no funcionaron desde el lunes hasta el viernes. La única agua disponible, tanto para la limpieza como para beber, fue suministrada por un camión cisterna.

Mientras las temperaturas alcanzaban picos de 37º en el cantón de Una-Sana, las personas que viven en el campo de Lipa tenían racionada el agua potable y no podían ducharse ni tirar de la cadena. “Hace realmente mucho calor aquí. Lipa es cemento y metal, literalmente un infierno” nos dice nuestro amigo cuando nos describe cómo fueron esos días. El campo de Lipa es un recinto de cemento, rodeado de alambre de espino y organizado en contenedores que albergan seis camas cada uno. La falta de agua corriente, combinada con las ya de por sí duras condiciones de vida, ha degradado aún más la vida de los habitantes del campo.

Esta suspensión de servicios fundamentales no representa una catástrofe aislada, sino que simplemente se suma a la cuestión general pertinente aquí, que es la propia existencia del campo. Como sitio para restringir la libertad de movimiento de muchas personas, así como para violar sus derechos fundamentales, el campo de Lipa detiene y divide efectivamente a las personas. Como el campo está poblado exclusivamente por hombres solteros, mayores de dieciocho años, a los miembros de las familias que llegan a Bihac se les divide generalmente entre Lipa y el campo de Borici, el lugar designado para las mujeres y los menores.

Como ha sucedido en el caso de un grupo de dos hermanos y una hermana procedentes del África subsahariana, esta división ha hecho que el hermano mayor haya acabado en Lipa. Los tres no se han visto desde hace más de un mes.

Contenedores del Campamento Lipa donde vive la gente

Muchas personas han denunciado que las tratan como prisioneras. Aparte del desayuno, la gente se queja de la comida, que consiste principalmente en arroz y pan, por lo que carece de las propiedades nutritivas necesarias para una dieta saludable. Hay cocinas disponibles para su uso, y las ONG internas proporcionan, a veces, alimentos frescos para que las personas puedan cocinar. Pero esto no cambia el hecho de que muchas sufren problemas intestinales y hemorroides, lo que apunta de nuevo a las degradantes condiciones de vida del campo. También lo confirman las protestas, incluidas las huelgas de hambre que las personas que viven en Lipa han llevado a cabo estos años.

Además, el ambiente carcelario de Lipa se ve reforzado por el clima de disciplina y castigo que imponen los funcionarios de la policía. Los actos de violencia física contra las personas que viven ahí son, de hecho, la norma, de acuerdo con muchos testimonios aue recibimos, y no hacen más que sumarse a los traumas anteriores. Nuestro amigo nos cuenta un episodio en el que una persona con discapacidad mental empezó a gritar mientras hacía cola para comer. La policía se acercó a él y empezó a abofetearle delante de todos. Este clima de terror también se ve acrecentado en el momento de acceso al campo.

La gente tiene que mostrar su identificación a los agentes de policía, que están sentados en una cabina con ventanas de vidrios espía: mientras que el funcionario del campo puede ver quién entra en él, la persona que accede no puede, lo que contribuye a una sensación general de vigilancia. Esto último también se ve acentuado por el toque de queda de las 10 de la noche, que a pesar de lo aislado que está Lipa, las autoridades del campo siguen aplicando para reproducir formas de disciplina y control social, restringiendo en última instancia la libertad de movimiento de las personas que viven en él.

Cuando se niega la vida

No son solo las vidas de los habitantes de Lipa las que han sido despojadas de sus derechos humanos fundamentales; su vida biológica también se ha convertido en algo desechable. El filósofo Achille Mbembe acuñó el concepto de “necropolítica” para describir las estructuras políticas de poder que llevaron a la aparición de condiciones sociales que condenan a grandes poblaciones al estatus de “muertos vivientes”.

Este tipo de lógica es explícita en el trato que reciben las personas en tránsito en los campos, en las políticas segregadoras que les niegan el acceso al centro de Bihac y en las violentas devoluciones en caliente y torturas que sufren en la frontera croata a manos de divisiones policiales financiadas directamente con dinero de la UE.

El concepto de necropolítica es, pues, esencial para entender que estas estrategias no tienen como objetivo meramente la exclusión de una población para el mantenimiento de la riqueza concentrada. Los gobiernos europeos están desplegando efectivamente prácticas que, implícitamente o no, pretenden acabar con una comunidad en tránsito no deseada. Sin embargo, las voces de las personas en tránsito no pueden ser silenciadas.

No se han indicado las nacionalidades ni los nombres de las personas entrevistadas debido al riesgo que corren dentro de los campos en caso de que se revele su identidad.